"El amor de Aida por Radamés es una pasión espiritual. Radamés responde a esta pasión con el mismo tono; es por ello por lo que no intenta evitar la muerte, ineludible si quiere alcanzar ese amor. La pasión de Amneris, al contrario, surge de la pura sensualidad". (Wieland Wagner)
"Aida", una de las obras más importantes de Giuseppe Verdi (1813-1901), de su etapa de madurez, y una de las más populares de la lírica italiana, ha vuelto al Teatro Real de Madrid en el vigésimo aniversario de su reapertura (1998), estrenada ese año con la dirección escénica del argentino Hugo de Ana que, veinte años después, repite puesta en escena -revisada y actualizada- y que algunos hemos tenido la oportunidad de ver por primera vez.
Es una coproducción del Teatro Real,con la Lyric Opera de Chicago y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, con la dirección musical de Nicola Luisotti, Coro y Orquesta titulares del Teatro Real, y un triple reparto en el que están: Violeta Urmana, Ekaterina Semenchuk, Daniela Barcellona, Gregory Kunde, Fabio Sartori, Alfred Kim, Liudmyla Monastyrska, Anna Pirozzi y Lianna Haroutounian, entre otros.
Celebra además el Teatro Real su Bicentenario, y dedica estas funciones de "Aida" al tenor español Pedro Lavirgen, uno de los mejores intérpretes del papel de Radamés.
La ópera, con libreto de Antonio Ghislanzoni, basado en una historia del egiptólogo francés Auguste Mariette, se estrenó en 1871 en el Teatro de la Ópera de El Cairo. Consta de cuatro actos y es un drama de un romanticismo tardío en una época marcada ya por el positivismo y el realismo.
La acción se sitúa en el Egipto de los faraones, en Menfis y Tebas, en el que Radamés, capitán del ejército egipcio, dirige las tropas que vencen a los invasores etíopes, y hace prisionero a su rey, Amonasro, padre de Aida. Esta, esclava etíope al servicio de la hija del faraón, Amneris, era amada por Radamés, que desconocía su origen, amor que ella corresponde pero, a su vez, Amneris también estaba enamorada de Radamés.
En la ópera se plantea, pues, el conflicto entre el poder religioso-político y el amor, más poderoso que las diferencias y el odio entre los pueblos, pero que está abocado a la muerte, con Radamés juzgado y condenado por traidor a ser enterrado vivo, y Aida que le acompaña en su destino.
Uno de los rasgos más interesantes de "Aida" es la superposición de dos planos: el colectivo, con esas escenas de masas que tienen su ejemplo más destacado en la "Marcha triunfal" del segundo acto, y el intimista en el que se habla de amor y sufrimiento.
Obra que no hay que perderse, si es que todavía hay entradas, que estará en el Real hasta el 25 de marzo de 2018, en una superproducción de 300 personas, en la que al valor musical se suma la espectacular puesta en escena en la que se combinan elementos tradicionales con proyecciones digitales y números de danza.
Es una coproducción del Teatro Real,con la Lyric Opera de Chicago y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, con la dirección musical de Nicola Luisotti, Coro y Orquesta titulares del Teatro Real, y un triple reparto en el que están: Violeta Urmana, Ekaterina Semenchuk, Daniela Barcellona, Gregory Kunde, Fabio Sartori, Alfred Kim, Liudmyla Monastyrska, Anna Pirozzi y Lianna Haroutounian, entre otros.
Celebra además el Teatro Real su Bicentenario, y dedica estas funciones de "Aida" al tenor español Pedro Lavirgen, uno de los mejores intérpretes del papel de Radamés.
La ópera, con libreto de Antonio Ghislanzoni, basado en una historia del egiptólogo francés Auguste Mariette, se estrenó en 1871 en el Teatro de la Ópera de El Cairo. Consta de cuatro actos y es un drama de un romanticismo tardío en una época marcada ya por el positivismo y el realismo.
La acción se sitúa en el Egipto de los faraones, en Menfis y Tebas, en el que Radamés, capitán del ejército egipcio, dirige las tropas que vencen a los invasores etíopes, y hace prisionero a su rey, Amonasro, padre de Aida. Esta, esclava etíope al servicio de la hija del faraón, Amneris, era amada por Radamés, que desconocía su origen, amor que ella corresponde pero, a su vez, Amneris también estaba enamorada de Radamés.
En la ópera se plantea, pues, el conflicto entre el poder religioso-político y el amor, más poderoso que las diferencias y el odio entre los pueblos, pero que está abocado a la muerte, con Radamés juzgado y condenado por traidor a ser enterrado vivo, y Aida que le acompaña en su destino.
Uno de los rasgos más interesantes de "Aida" es la superposición de dos planos: el colectivo, con esas escenas de masas que tienen su ejemplo más destacado en la "Marcha triunfal" del segundo acto, y el intimista en el que se habla de amor y sufrimiento.
Obra que no hay que perderse, si es que todavía hay entradas, que estará en el Real hasta el 25 de marzo de 2018, en una superproducción de 300 personas, en la que al valor musical se suma la espectacular puesta en escena en la que se combinan elementos tradicionales con proyecciones digitales y números de danza.
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