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viernes, 24 de abril de 2015

"El astillero" de Juan Carlos Onetti. Recuerdo de la muerte...

"En la casilla sucia y fría...Larsen sintió el espanto de la lucidez. Fuera de la farsa que había aceptado literalmente como un empleo, no había más que el invierno, la vejez, el no tener dónde ir, la misma posibilidad de la muerte". (El astillero, pág. 99 Seix Barral)

"Por las tardes la soledad y el fracaso se hacían sólidos en el aire helado y Larsen se abandonaba al estupor"  (El astillero, pág. 190  Seix Barral)

 "El astillero" es una novela de 1961 del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti ( Montevideo 1909- Madrid 1994), Premio Cervantes en 1980, autor también de relatos breves y de novelas como "La vida breve" (1950), "El pozo", "Los adioses", "Cuando ya no importe" (1993)...
Leí esta novela hace ya muchos años en la edición  de Biblioteca Básica Salvat, de RTV, y la he vuelto a releer ahora, con motivo de una tertulia, en una edición que hizo Seix Barral en 2002, y con prólogo de  A. Muñoz Molina y,aunque ya me desconcertó en su día, es ahora quizás cuando la he entendido algo mejor, por eso de los estragos del tiempo.
La obra comienza con el regreso de Larsen (Juntacadáveres) a Santa María -pueblo imaginario que aparece en otras obras de Onetti- después de haber sido expulsado cinco años antes. Se entrevista con Jeremías Petrus, dueño del astillero,ya en ruinas, que lo contrata como gerente de una empresa en la que todo se ha desmoronado. Junto con Gálvez y Kunz, únicos empleados que permanecen, sin sueldo y viviendo de los despojos del astillero, mantendrán conscientemente la farsa de que todo sigue funcionando...
El tema de la novela es la desolación existencial en una vida que aparece como un engaño, una farsa, en la que cada uno hace su papel, pero que no tiene otro final que la misma muerte.
Y relacionados con este tema: las ruinas, el desmoronamiento producido por el paso del tiempo,  la vida como teatro, todos ellos tópicos de la literatura barroca.
Un narrador a veces en tercera persona, omnisciente, en otras ocasiones en primera del plural como testigo de los hechos, nos va sumergiendo en esa atmósfera de la novela, que es, como dice Muñoz Molina, la clave de esta obra.
Ese ambiente de la novela viene fundamentalmente dado por los espacios, los  5 lugares que van dando nombre a los capítulos: -Santa María, -El astillero, - La glorieta, -La casilla, y -La casa, que conforman y estructuran la obra en 18 capítulos y que adquieren un protagonismo esencial, junto con los personajes, atrapados en el sinsentido de la rutina, la soledad y el fracaso, y el lenguaje: ese vocabulario que gira en torno a un campo de significado, las ruinas, ya sea en forma sustantiva o adjetiva, a lo largo de toda la obra: herrumbre, decadencia, estupor, ruina, humedad, mugre,  descascarado, corrompido, carcomido, extinto, oxidado, podrido...
En definitiva, Onetti crea un mundo irreal: el de Santa María y su astillero, un lugar mítico pero que es símbolo de nuestro vivir, en el que estamos todos inmersos representando un papel, sabedores (consciente o inconscientemente) de que el engaño nos ayuda a vivir y el fin de este sólo lleva a la muerte.
Es obligado señalar las conexiones con Kafka, el existencialismo, la filosofía irracionalista y, como ya dije antes, la literatura barroca, y no puedo dejar de recordar esos últimos versos del magnífico soneto de Quevedo sobre las ruinas: "Miré los muros de la patria mía":
"...Vencida de la edad sentí la espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos,
que no fuese recuerdo de la muerte."

1 comentario:

  1. Esta vez no he podido releerlo porque se me acumulaban demasiadas lecturas, pero me propongo seguir leyendo a Onetti. Un imprescindible que, salvo excepciones, está arrinconado en el baul de los recuerdos, como Torrente Ballester y tantos otros.
    Saludos

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