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sábado, 6 de febrero de 2016

"Reikiavik", de Juan Mayorga. El juego del teatro...

"No es “siempre igual”. Es siempre con las mismas reglas, pero cada vez es distinto"
(Bailén en Reikiavick)

Dentro de la programación del 33 Festival de Teatro de Málaga hemos tenido la oportunidad de ver en el teatro Cervantes la obra "Reikiavick", del autor y director Juan Mayorga (Madrid 1965). Profesor de Matemáticas y Filosofía (tesis doctoral sobre Walter Benjamin), es considerado uno de los mejores dramaturgos que tenemos actualmente en España. Ha recibido diversos premios: Nacional de Teatro (2007), Valle-Inclán, Max al mejor autor (2006/08/09), o el Premio Nacional de Literatura Dramática 2013.  Autor de obras como "Más cenizas", "Siete hombres buenos", "Cartas de amor a Stalin" , "El chico de la última fila" (llevada al cine por François Ozon: "Dans la maison") o  "La lengua en pedazos", entre otras.
Reikiavik recrea una partida de ajedrez, la llamada "partida del siglo" que tuvo lugar en 1972 en la capital de Islandia entre Spassky y Fischer, representantes de dos mundos diferentes, la URRSS y E.Unidos, en plena guerra fría. La partida la terminó ganando Fischer, emocionalmente más fuerte, aunque posteriormente ninguno de ellos tuvo el apoyo de sus respectivos países y terminaron renegando de ellos.
Pero la obra es más compleja de lo que parece y Mayorga nos obliga a los espectadores a que tomemos parte activa y que usemos la imaginación en ese juego de cajas chinas en el que vamos descubriendo distintas capas. En un primer nivel la obra nos lleva a esos años 70, con dos potencias enfrentadas y con dos formas diferentes de entender el mundo, con sus contradicciones, miedos, prejuicios. Pero pronto nos damos cuenta de que estamos en una representación, teatro en el teatro: dos personajes, Waterloo (César Sarachu) y Bailén (Daniel Albaladejo), se reúnen en un parque para representar esta partida de ajedrez de Reikiavick, y son Fischer y Spassky respectivamente, pero también otros muchos personajes. Y el teatro necesita de un espectador, ese muchacho que pasaba por allí (Elena Rayos), convertido en público de la representación, árbitro... Y de ahí, a la vida como representación, "el gran teatro del mundo".
Aunque la escenografía es sencilla: una mesa, un tablero de ajedrez, y una pantalla de fondo como ambientación espacio-temporal, el potente texto de Mayorga, tan sugerente, y la excelente actuación de los actores hace que estemos hablando de una de  obras teatrales más interesantes que hemos visto últimamente.
Del juego del ajedrez al juego del teatro y, de ahí, a la vida como juego...

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